Hoy ha sido una mañana bonita. Ha salido el sol y el vecindario a disfrutar de él. Hace justo dos meses llegué a Altea, un pueblo costero en Alicante, a una urbanización de 16 casas, con una zona en común. Un jardín con algunas palmeras plataneras, buganvillas, lavandas, algún árbol tropical que desconzco su nombre pero me asombran sus flores rojas y, todo ello, rodeado de naranjos. Un auténtico paraíso en mitad de estos días de aislamiento en plena crisis del COVID-19. Hoy hace ya 19 días de confinamiento. Y yo, por azar (o no tanto), estoy aquí. Desde hace ya mucho tiempo, años, vengo dando vueltas a cómo hacer para que amigxs y gente afín podamos compartitr un espacio para vivir. Esto es, cada cual en su casa y compartiendo zonas y proyectos comunes.
Siempre me gustó mucho estar en grupo, sentirme rodeada en especial de gente con la que soy con más fluidez y sin tanto obstáculo. Y desde que soy madre la necesidad de grupo para criar, sostener a mí criatura y a mí misma, cuidar nuestra diada y a mi familia es una idea presente y recurrente que emerge con más fuerza si cabe en estos días. Vivir en comunidad es algo que ya hacemos. Vivir en comunidad con gente que decidimos conscientemente, con una mirada similar y un proyecto en común, no tanto. Y esto no es algo que sea nuevo, pero sí que anhelamos de manera más o menos consciente. El cohousing o vivir en comunidad no es ninguna moda, es de la manera que siempre hemos vivido y esperamos vivir. En pequeños núcleos familiares, ampliando a otras familias, después fuimos dando forma a pueblos y ciudades. Y sabemos que el modelo actual en el que vivimos está obsoleto, no nos enriquece ni tiene como meta hacernos seres completos y dichosos. Exísten muchos lugares donde se pueden encontrar gentes organizándose de la forma más autosuficiente que pueden, optimizando sus recursos, sintiéndose más libres y menos sometidos. En cualquier país del mundo podemos encontrar, tan sólo con una rápida búsqueda en internet nos aparecerán unos cuántos. Holanda, Alemania, Reino Unido, Italia o EEUU. En España podemos encontrar en Madrid la Cooperativa Entrepatios o Trabensol, Eco Urbi en Barcelona, y muchos más que podemos ver pinchando en el siguiente enlace http://ecohousing.es/red-cohousing/mapa-cohousing-vivienda-colaborativa-en-espana/ Y otros tantos que ya llevan viviendo así hace muchos años y que no sabremos que existen. Tenemos normalizado comprarnos una casa en una urbanización donde no conocemos a nadie (o como mucho un amigx) o alquilar un piso donde hay 80 vecinxs, y cruzamos dedos para que nuestro vecindario sea, cuanto menos, amable y podamos tener una convivencia amigable. Quizás con el tiempo y confianza podamos pedir algún favor culinario mientras cocinamos, quizás un favor mucho mayor si nos encontramos en peligro apelando a la solidaridad humana. En cambio, nos asombra la propuesta de vivir con gente a la que queremos y sabemos que compartimos una forma de vivir en la que nos sentimos seguras y cómodos, en la que gozamos y sentimos que podemos crecer acorde a nuestras necesidades y deseos, y criar a nuestrxs hijxs en ese entorno. Y esto, nos asusta. Quizás nos asusta porque dar el paso supondría comprometernos con aquéllo que queremos y necesitamos y, aunque parezca paradójico, estaríamos resposabilizándonos. Estaríamos madurando. Y esto, aunque vayamos cumpliendo años, no siempre acompaña. Quizás asusta porque dar el paso supondría llegar a acuerdos con las personas que nosotrxs mismxs hemos elegido, porque sabemos que el conflicto en algún momento aparecerá, y en esta situación nos tocaría mostrarnos, abrirnos, trabajarnos más allá del conflicto en sí mismo. Nos pondría de manifiesto todos nuestros asuntos pendientes, aquéllo que aún nos toca resolver. Y en cambio, qué maravilloso es saberse en compañía de personas que nos pueden acompañar en esto del crecer, que no es otra cosa que vivir, con un grupo de personas al que sostenerse y saberse sostenidx, en el que poder resolver y poder crecer. ¡Ojo! No estoy dando el poder al grupo de hacernos felices: para apoyarnos en un grupo de forma sana antes habremos tenido que hacer un trabajo personal individual. O, al menos, estar comprometido a ello. Yo quiero un vecindario así. Ya estoy lista. Y no quiero esperar a la etapa de vejez o jubilación. Quiero disfrutarla en el presente, Para mí, para mi hija, para mi familia, para quien quiera sumarse y,además, sumar. Hoy ha sido una mañana bonita. Junto al sol, hemos aparecido algunas personas vecinas, preguntándonos nuestros nombres, quiénes éramos, compartiendo sentires y vivencias, desde nuestro aislamiento y la sencillez de nuestros pijamas y zapatillas de andar por casa. Hoy ha sido una mañana bonita. Y me siento preparada.
2 Comentarios
Lourdes
31/3/2020 07:19:08 pm
No estamos preparados a comprometernos con nosotros mismos ni con nuestros allegados por eso que muchas veces decidimos vivir con extraños donde no tenemos la "obligación" de entablar una conversación más allá del buen día, buenas tardes, que calor que hace y bla bla... Es por eso que pocos pueden decir que están "preparados". Felicidades y Enhorabuena!!
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Vicky
31/3/2020 07:39:10 pm
¡Hola Lourdes! Sí, es cierto que es todo un ejercicio limpiarse de viejos hábitos e ideas y darse la oportunidad de redescubrirse. Lo bueno, me gusta pensar, es que cada día es una nueva oportunidad para el cambio. ¡Gracias por tu mensaje! Un abrazo
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