Cuántas veces me he sentido aislada, sola. Cuántas veces he pensado que el camino de educar sin escuela es arduo, cansado, una verdadera prueba a muchos niveles. He sentido el aislamiento siendo mamá primeriza en un país diferente al mío de orígen, con otro idioma y cultura, sin red de apoyo. He sentido aislamiento al mudarme de nuevo y encontrarme con una sociedad con poco contacto físico y social, con todo organizado y con una mínima fisura para lo diferente. He sentido aislamiento en España, donde me encuentro en este momento, en plena crisis del coronavirus. En España la libre educación está prohibida y muchas de las familias que optamos por esta vía sentimos aislamiento. Me animaría a decir que de hecho todas las familias que no escolarizamos sentimos el aislamiento de maneras muy diferentes. La escolarización obligatoria conlleva varias situaciones y conectadas entre sí, algunas tales como: º Acudir a actividades ya programadas es posible sólo en horario de tarde, es decir, cuando el horario escolar ya ha terminado. Así, se minimizan las opciones de acceso a recursos para el desarrollo de lxs niños y sus intereses y creatividad. º La ilegalidad en sí misma reduce la cantidad de familias que optan por la educación libre aunque su deseo fuera ese, otras deciden escolarizadar debido a la presión social o estructural, muchas por orden judicial tras ser denunciadas. En todas ellas, esa ilegalidad sobre la libre educación y el miedo a ser denunciadx provoca que los encuentros para nuestrxs hijxs con otras familias o niñxs se reduzcan drásticamente. º Crear otras formas de organizarse colectivamente se convierte en una aventura casi frustrada. En los proyectos educativos autogestionados por las propias familias siempre aparece la sombra del miedo a ser denunciadxs y, por ende, la reflexión casi obligatoria a homologar el espacio para, al menos, no perder determinados beneficios frente a la norma estandarizada y obligatoria educativa. Además, la tendencia a crear este tipo de proyectos en lugares algo remotos y rurales hace que se pierdan muchos recursos que, de otra manera, no tendrían por qué perderse si no se quisiera desde la libertada de decisión personal o colectiva. º La carga emocional que provoca en madres y padres ante esta situación de presión y, en ocasiones, de atropello gubernamental con un completo desamparo jurídico para la familia. Estos factores y muchos otros, empujan a las familias que no desean escolarizar a una clase de aislamiento casi invisible, que no irreal. Las maniobras que hemos de hacer las familias por sostener las demandas de nuestrxs hijxs se convierten en ocasiones circenses, desde no salir de casa en horario escolar para no llamar la atención, mudarse a zonas donde la exposición (y por lo tanto denuncias) sea mínima, sacrificio laboral de algunx o ambxs progenitores sin ningún tipo de reconocimiento a nivel social o físcal donde poder adherirse y encontrar un mayor equilibrio con la crianza, y otras muchas que nos hacen alejarnos de un mundo al que también pertenecemos y del que queremos nutrirnos. Y sí, vamos a admitirlo, un cierto temor convive con nosotrxs cada día (aunque sepamos que en España la máxima consecuencia legal puede ser, en casos donde la salud de las criaturas prevalezca, acabar metiendo a nuestrx hijx al colegio) a pesar de lo kafkiano de la situación. En los grupos y con las personas que hablo en torno a la no escolarización, son muchas las ideas que aparecen ante tal falta de recursos, algunas de ellas son fascinantes, con una riqueza y creatividad realmente innvadoras que, lamentablemnete, las probabilidades de que se hagan reales y duraderas en el tiempo se van esfumando con tan poco apoyo por parte de las Administraciones. Y aún así, hay mucho tejido educativo y creativo alternativo a la escuela clásica ya funcionando y encontrando las maneras, a veces más o menos ortodoxas, para seguir manteniendo ese sueño vivo. En estos días que sacude al mundo entero la crisis del COVID-19, muchas familias nos estamos preguntando cómo ante tal evento se ha encontrado de forma tan rápida e inmediata la ecuación para hacer posible el teletrabajo, trabajo a distancia, ciertas medidas de conciliación familiar o la escuela en casa vía online/telefónica. Sin que estemos completamente de acuerdo con todas ellas, sí reconocemos un cierto agravio comparativo: que una minoría desee otra forma de educar no perjudica a esa otra mayoría, y por contra, sí se está causando daño a quienes no escolarizan con grandes perjuicios hacia sus derechos o intereses, A las familias. A lxs niñxs. Este aislamiento desde las Autoridades empujan, de cierta manera, a estas familias a una pobreza social y de recursos que se solventarían casi de inmediato con la regularización de la Libre Educación y sus vertientes (homeschooling, unschooling y colectivos autogestionados). Estoy convencida de que llegar a unos mínimos acuerdos de cuidados para nuestrxs hijos sería posible. A pesar de la ansiedad que puede conllevar este estado permanente de incertimubre legal, caminar por esta opción educativa es una de las mayores aventuras que he emprendido a nivel personal y junto a mi familia, con un nivel de satisfacción mucho mayor que los inconvenientes encontrados en el camino. Esperemos que entre tanta solidaridad en los últimos días, podamos abrir una ventana de aire fresco para todas las personas que necesitemos ser vistas y reconocidas desde nuestra libertad de decisión, consciente y responsable. Desde la libre educación. Porque educar en libertad es disfrutar de los calles, las playas, los bosques, es viajar, es fascinarse con nuestros intereses y aprender de ellos, jugar hasta que unx quiera, aburrirse, disfrutar de la familia y amigxs, dormir, descansar y bailar, respetar y sentirse respetadx, y más, mucho más. Y todo esto, no es vivir en aislamiento. Es vivir en libertad. Imágen: propia. Más información: https://www.educacionlibre.org/ https://www.rtve.es/television/20190911/homeschooling-ensenanza-desde-casa/1979023.shtml http://escuelalibrewayra.es/homeschooling/
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Este blog es un espacio que me permito para escribir y compartir lo que me surge, me agita, me inquieta, excita y me hace vibrar, aquí y ahora. Y deseo compartirlo contigo por aquello de hacer tribu y seguir creciendo. No vaya a ser que por callar (¡o no escribir!), no nos encontremos...
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